Con los ojos abiertos

Foto: Fernando Olivera

Vivir en San Isidro y haber estudiado en el Markham no le había impedido a Francisco conocer el ‘mundo real’. La burbuja de la clase media-alta en la que nació se rompió rápidamente con el fútbol, la música, los paseos a provincia por carretera con sus padres, las idas al Callao con su viejo y los apagones y coches bomba que remecían Lima, que remecían el Perú.
Era el último día de clases, el último día de su infierno gris.
“Compañeros, el Perú no solo es San Isidro, La Molina, Camino Real…”, decía el prefecto general de la promoción durante su discurso final mientras la mayoría de sus compañeros cuchicheaban de por qué no se callaba de una buena vez ese huevón.
Francisco, en medio de la masa estudiantil, observaba con indignación la actitud de sus compañeros. “Es increíble la indiferencia de estos huevones frente a la realidad del país. Creen que solo ellos existen y que el mundo gira a su alrededor”.
Al cruzar por última vez el portón gris metálico del colegio, Francisco no pudo contenerse y gritó a voz en cuello… ¡Por fin concha de sus madres, por fiiiiiiiiiin terminó está mierrrrrrda! El chico sorprendió a todos. Por ahí, uno comentó “está loco ese huevón”, pero Francisco no se inmutó y siguió su camino con una alegría y alivio que pocas veces había sentido a sus 17 años.
Ya lejos del colegio y pasados algunos meses, Francisco cambió el martirio del aula por la azotea de la casa de su amigo Gino, también ubicada en Miraflores. Allí, se reunían con su pata, apodado El Orate, con quien diseñaban y redactaban un fanzine musical. Entre las entrevistas y el diseño de la publicación, llegaban los más variopintos personajes.
Allí, conoció al Pericote, al Transformer, al Loco, a Treinta Treinta, a Nacho y a otros más que poco a poco se fueron haciendo sus amigos y conocidos.
Un día de verano, Nacho llevó a una amiga a la azotea de Gino, algo poco frecuente, ya que la mayoría de visitantes eran hombres.
Teresa vestía recatadamente, tenía una mirada analítica, seria e intimidante. Hablaba en voz baja pero con una convicción a prueba de balas. Poco a poco, Nacho y Teresa empezaron a frecuentar más la casa de Gino. Hablaban de la injusticia y la pobreza que azotaba al país y que los jóvenes debían hacer algo al respecto, no ser tan pasivos e indiferentes con la cruel realidad que les había tocado vivir.
Una tarde, Teresa se acercó a Francisco y a El Orate .
“Muchachos, he notado que ustedes son personas sensibles y no son indiferentes a los problemas que aquejan al país. Nosotros tenemos grupos de estudio para analizar la realidad, intercambiar ideas y proponer soluciones. ¿Qué me dicen? No les gustaría unirse a nosotros”, preguntó Teresa.
-¿Dónde se reúnen?, preguntó Francisco.
-“En la universidad y también en casas de diferentes compañeros”, respondió Teresa, a quien últimamente se le había notado más nerviosa y sigilosa.
-¿Quiénes son nosotros?, preguntó con tono incrédulo El Orate.
-“Somos del Partido Comunista del Perú”, respondió Teresa.
De inmediato, Francisco y El Orate cruzaron miradas nerviosas.
-“Pero ustedes matan gente. Yo no…”, intentó responder Francisco, cuando Teresa lo interrumpió rápidamente.
-“Pero no todos van a la acción. Primero deben estudiar y comprender bien de lo que se trata la revolución. Después vienen las tareas de propaganda y agitación. Y si estás preparado puedes ir a la acción, pero nadie te va a obligar”, sentenció Teresa con aires de autosuficiencia.
-“Es más. El sábado hay un grupo que se inicia. Anímense. Solo les pido discreción y tendrían que asumir un alias”, les inquirió Teresa.
Tras unos minutos de tensión y silencio, ambos amigos asintieron con la cabeza.
-“Listo. Francisco será camarada Felipe y El Orate, camarada Víctor. ¿Les parece?”, preguntó Teresa ante la tímida mirada cómplice de ambos.
-“Bueno, entonces nos encontramos el sábado en el parque Reducto a las nueve de la mañana. De allí los llevo al lugar donde estudiamos”, les dijo Teresa antes de despedirse de ambos.
Apenas Teresa se retiró, Francisco le preguntó a El Orate: "¿Vas a ir huevón?"
-“Ahhhhh…”, balbuceó El Orate con la mirada fija en el piso y con su inseparable mochila verde olivo al hombro.
-“Uno quiere que el país cambie, que la injusticia y la explotación termine, pero enrolarse en Sendero…no me parece la solución. No estoy dispuesto a matar a nadie. No creo que el fin justifique los medios”, le dijo Francisco a su amigo, quien asintió con la cabeza.
-“Mejor no vamos. Que tal si la están siguiendo y nos cagan solamente por curiosos. Ni cagando nos jodemos la vida por las huevas”, dijo ‘El Orate’.
El sábado, Teresa esperó por gusto. Ambos no se presentaron en el parque Reducto y ella no volvió más a la azotea de Gino.
En las semanas siguientes cuando le preguntaban a Nacho por Teresa, este se hacía el huevón y se salía por la tangente.
Poco a poco, Nacho dejó de frecuentar la casa de Gino y solo aparecía fantasmalmente en algunos conciertos.
El último fue en Barranco. Tocaba Ellos aún viven, entre otros grupos, cuando Nacho se apareció con Teresa. Ella tenía el rostro desencajado, estaba ojerosa, daba la impresión de que no había dormido por varios días. Saludaron a Francisco y a El Orate y se sumaron a la tribu de asistentes al concierto.
Al rato, escucharon que Nacho le decía a Teresa en voz baja y en tono nervioso. “Ya nos cagamos Teresa. Nos vienen siguiendo”.
Francisco no pudo contener la curiosidad. “¿Quiénes los siguen?”, preguntó. No hubo respuesta. En un segundo, ambos desaparecieron.
Después de varias semanas, Transformer preguntó a Francisco: “¿Te acuerdas de Teresa?”
-“Sí, ¿qué le pasa?”
-“Cayó la semana pasada y la metieron en cana por terruca”.
-“Chucha. ¿Y Nacho?”
-“Ese huevón está desaparecido. Debe estar escondido en algún lugar. Eso le pasa por estar con la leche en la cabeza”.
-¿Por qué dices eso?
-“Porque Nacho estaba templado de Teresa pues y por eso se metió en su huevada. Más allá de que tenían ideas parecidas, lo que quería Nacho era estar con ella todo el tiempo. Fue su tonto útil, porque ella era pareja de un terruco de alto rango”, explicó ‘Transformer’.
-“Pobre Nacho. ¿Y ahora qué hará?, preguntó Francisco.
-“Por lo pronto, se cortó el pelo y ya no asiste a la universidad. Por lo menos hasta que pase la tormenta”, respondió Transformer.
Después de varios meses, reapareció Nacho. Su apariencia y su discurso cambiaron totalmente. Se convirtió en “alpinchista” frente a la realidad nacional y solo pensaba en chupar y tirarse a alguien. Hablaba medio entre cortado y solo atinaba a cagarse de risa de todo.
-¿Dónde te metiste?, le preguntó Francisco
-“Por ahí, por ahí…”, contestó medio nerviosón.
-¿Y qué fue de Teres..?, intentó preguntar Francisco.
-“No sé nada de esa cojuda…deja de preguntar tanta huevada y vamos a chupar huevón”, interrumpió Nacho.
Francisco miró a los ojos a Nacho y vio en su mirada –algo extraviada– que quería olvidarlo todo, porque la pesadilla había terminado y la vida le estaba dando una segunda oportunidad.

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