El gringo loco

 


2007. La música lo había llevado al periodismo. Mejor dicho, el heavy metal y su afán por difundir a los exponentes locales lo condujo a estudiar la más noble y vil de las profesiones 16 años atrás. Por eso, la obsesión por obtener la primicia o caer en el facilismo del sensacionalismo nunca lo sedujeron. Nunca fue un sabueso de la noticia ni un empedernido hombre de prensa. Más bien, descubrió, con el paso del tiempo, que lo suyo era contar historias, expurgar sus demonios internos y tirar un cable a tierra.

Francisco había pasado por algunas redacciones de “prestigiosos” diarios y ahora se encontraba en el “nuevo producto” de la más importante casa editorial del país. Luego de pasar por la sección deportiva, recaló en la de Internacionales.

La mañana del 16 de abril el mundo amaneció conmocionado. Una nueva matanza en un centro de estudios golpeaba por enésima vez Estados Unidos. El trágico saldo: 33 muertos y 29 heridos.  La redacción del diario estaba alborotada tratando de conseguir los últimos detalles e imágenes del asesino que finalmente resultó ser un estudiante surcoreano de 23 años.

Tras la reunión de editores de la mañana, la masacre de Virginia Tech sería la portada del diario al día siguiente. En medio de toda la vorágine por la cobertura periodística, el área de diseño se inspiró y tuvo tiempo para hacer de las suyas y disparar nuevamente su clásico y esperado montaje (no existían los memes en ese entonces).

Con las primeras imágenes, donde el protagonista de la masacre se lucía con armas en ambas manos, pusieron el rostro de Francisco con el titular: Gringo Loco desató la masacre en…

Por su timidez, carácter irascible, look desaliñado-metalero y reacciones impredecibles, Francisco había sido bautizado por su buen amigo Chucky como el Gringo Loco, aunque la burla gráfica la había hecho el popular Ñangón, también conocido como Alf, el típico huele pedo, lambiscón del jefe que siempre hay en toda empresa.

Chucky imprimió la imagen y luego la pasó por email a un grupo de redactores y editores que empezaron a reír al recibir el correo electrónico ante las miradas sorprendidas de los que no lo tenían en su bandeja de entrada.

Francisco al ver la imagen también se sonrió y no tuvo mejor idea que dar una respuesta muy a su estilo pero inesperada a todos los correos incluidos:

“Gracias Chucky. Los primeros en morir serán los jefes”.

El email corrió como reguero de pólvora y Francisco no se percató que entre los correos estaban incluidos el Grinch, jefe de informaciones, y Pepe Temor, el jefe de investigación, el cual parece que entró en pánico y reenvió el correo a la editora de cierre, quien no dudó en llamar de inmediato a Francisco y a Chucky a su oficina.

Al mejor estilo de una mamá que resondra a sus hijos por haber cometido una gran travesura, la editora les dio un sermón de padre y señor mío a ambos y finalizo diciendo que no los mandaba a recursos humanos para que los sancionaran porque consideraba que debía darles una segunda oportunidad, siempre y cuando se disculparan.

Francisco entendió la situación y ofreció las disculpas del caso para no entrar en una discusión que podía ser contraproducente para su estabilidad laboral. Chucky, en cambio, orgulloso él y sintiéndose libre de culpa, no pidió perdón. Argumentó que había sido una broma a un círculo cerrado de amigos y que no había cometido falta alguna. Con ello, la editora y él no se volvieron a hablar durante un año. Chucky tuvo que ser ascendido a jefe del área de diseño para que el hielo, -digamos mejor el iceberg- que se había formado entre ellos se rompiera.

Luego de salir de la oficina, ambos continuaron con sus labores hasta el final de la larga jornada. Cerca de las diez de la noche, al despedirse de sus compañeros, Francisco les dejó una frase: “Ya saben amigos, si me ven entrar a la redacción con un sacón negro largo, ¡se tiran todos al suelo!”. La carcajada de sus compañeros no se hizo esperar mientras el pelucón redactor cerraba lentamente la puerta de la redacción con esa mirada que a algunos les ponía los pelos de punta.

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